La importancia de llamarse Ernesto y la gilipollez de llamarse Eric

Con seis años su padre lo encañonó con una pistola. Con diez ingresó en la Falange porque quería tocar el tambor. Sus mayores influencias musicales fueron la Semana Santa y su primera hostia, la que le dieron al nacer, quizás la más artística y la menos dolorosa.

La fascinante vida del baterista Eric Jiménez, el niño con tantas ganas de tocar el tambor que terminó desfilando con los falangistas y, cuatro o tal vez seis millones de golpes después, se convirtió en leyenda con KGB, Lagartija Nick y sobre todo Los Planetas (no se pierdan a su joven versión de ficción en Segundo premio). Entre el rockumental descosido y una comedia inesperada, sobrevolada por el espíritu santo del cantaor Enrique Morente, el músico granadino comparte de manera sincera su vida y sus influencias, entre las que se cuenta ¡la Semana Santa!: “Cuando veo a Cristo crucificado me dan ganas de comerme un bocadillo de jamón, porque los crucificados tienen el color del jamón serrano”. Damián Damore