I santi

En el casco antiguo de Taranto, una zona industrial de Puglia, Maria trata de ayudar a su hermano drogadicto, amenazado de muerte por una deuda. Esto le deja una única opción: robar. Lo más posible, lo antes posible.

I santi no son santos en sentido canónico, pero lo son en la mirada desgarrada e implacable de Pasolini y sus ragazzi da vita, por ejemplo. Santos por medio del olvido, del desarraigo, del abandono, de la desesperanza; santos con las caras devastadas por la droga, de los que “no se pueden ir a casa porque no tienen casa a la que ir” (Warren Zevon), de los que viven en la vileza diaria y por ello son pasto para la santidad. La idea no es nueva, pero Abbruzzese hace con ella una pequeña película en la que lo único que no hay es falta de comprensión por las almas desastradas que la habitan. En el Evangelio, como es sabido, se habla de un valle de lágrimas: aquí el llanto se contiene, pero el dolor llena toda la pantalla. David Obarrio