El único documental presente en este foco necesariamente incompleto –quedará para otra ocasión Hálito azul, retrato hipnótico de la vida en las Azores– integra junto al siguiente largo de Areias un díptico de películas autónomas, radicalmente distintas entre sí, en homenaje lúcido y lúdico a Fernando Távora, padre de la arquitectura moderna portuguesa. Si Ornamento e crime tomará la forma de un noir con la obra del arquitecto como escenografía, puede que en 1960 Areias estuviera probando la alquimia opuesta: cederle el protagonismo a la voz de Távora y crear unas imágenes –con la textura agrietada y volátil del Súper 8, nada menos– que desplegaran detrás el mapa fabuloso de sus ideas. Agustín Masaedo
