La despedida de Sui Generis representa un acontecimiento musical de primer orden, pero sobre todo es una carta escrita con mano temblorosa: renglones apresurados que contienen toda la incertidumbre del presente y el augurio fatídico del futuro inmediato. Nito Mestre recordó en más de una oportunidad su sentimiento de soledad absoluta cuando terminó el show. Una sensación agridulce recorre cada imagen. Los músicos están eufóricos, pero la orfandad se cierne arriba y abajo del escenario, parece vibrar en la voz de Charly cuando saluda y en los primeros planos del público cuando corea los temas: cada estrofa parece un ruego, cada frase reverbera con una fuerza testamentaria. Adiós Sui Generis es testigo incontestable de su época. David Obarrio