La anécdota compartida en un fragmento de correspondencia se torna en las manos de las realizadoras –de quienes se intuye una juventud fulgente que no se resigna al olvido– un potente ejemplo de los consabidos intereses infames que son (siempre) la corriente subterránea de cuestionables principios ideológicos. Contar la vida desde la ausencia es el procedimiento de sustitución por excelencia. Se instala así, con una fuerza arrolladora, la dicotomía que luz y sombra expanden en cada rincón. La noche aciaga de una familia y de un país denunciada mediante las imágenes fijas de un momento suspendido en el tiempo son postales que gritan la presencia de una herida imposible de cicatrizar. Marina Locatelli
